Chalchiuhnenetzin: La princesa mexicana

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Siempre que hablamos de asesinos seriales, hablamos de los mas recientes o conocidos, sin embargo, en México tenemos a una mujer olvidada por la historia, pero con un pasado que merece la pena contar. Su noble cuna no pudo esconder su auténtica naturaleza, Chalchiuhnenetzin, la princesa mexicana que convertía en estatuas a sus amantes.

Historia de Chalchiuhnenetzin

Princesa concebida por reyes, Chalchiuhnenetzin era hija del Señor de México-Tenochtitlán, Axacáyatl, y fue esposa de Nezahualpilli, rey y Señor de Texcoco, hijo del señor Nezahualcóyotl, la que llegó a transformarse en una de sus favoritas. Estaba absolutamente deslumbrado por su incomparable belleza y poderosas raíces, la eligió entre diferentes princesas y mujeres nobles para ser su esposa.

Chalchiuhnenetzin era tan solo una pequeña niña cuando Nezahualpilli la escogió para ser su esposa, con lo que no tenía la edad suficiente para consumar el matrimonio. Fue trasladada a su palacio mientras que cumplía la mayor parte de edad, con un número de sirvientes precisos para satisfacer sus necesidades, con lo que prácticamente siempre y en todo momento estaba sola.

Con el tiempo su belleza no fue capaz de esconder su naturaleza, se aprovechó de todas y cada una de las libertades que tenía en el palacio y de su cuna noble, haciendo con sus subordinados lo que deseaba. Desde el instante en que era muy joven, empezó a amontonar un sinnúmero de amantes, y como el Rey la visitaba algunas veces, debía cubrir sus necesidades de cierta manera.

Chalchiuhnenetzin: La princesa mexicana

Chalchiuhnenetzin la asesina serial

El palacio era una pasarela de posibilidades para ella, puesto que se dejaba llevar por el atrayente físico de los jóvenes; los mandaba llamar a través de sus sirvientes para conducirlos a sus aposentos y gozar de sus placeres. Aquellos jóvenes no podían negarse por dos motivos, por el titulo que tenía y por su belleza.

Tras satisfacer con ellos sus necesidades carnales y para eludir correr el peligro de que fuera descubierta, los mandaba a matar y despellejar. Daba sus esqueletos a sus artistas a fin de que realizasen esculturas de sus poco afortunados amantes, los que adornaba con joyas y finos ropajes. Aquellas esculturas las ponía en una sala en el palacio que acostumbraba a visitar.

Cuando Nezahualpilli la visitaba y veía todas y cada una aquellas esculturas, afirmaba que se trataban de dioses que le recordaban a su hogar, con lo que jamás se cuestionó de dónde procedían aquellas curiosas figuras.

Chalchiuhnenetzin con las estatuas de sus amantes

Chalchiuhnenetzin queda al descubierto

Mas no fue lo bastante cautelosa, y tal vez sus crímenes hubiesen quedado impunes si no hubiese dejado vivos a ciertos amantes. Nezahualpilli descubrió la verdad tras una series de investigaciones. Aquellas esculturas que adornaban su sala no eran dioses, sino más bien los amantes de la joven reina. Sus crímenes fueron por fin descubiertos.

Pese a ser una Princesa, hija de reyes, Chalchiuhnenetzin fue condenada a muerte y junto a todos los que estuvieron implicados en sus crímenes. Nezahualpilli, dolido por el adulterio de su reina, debió aplicar justicia.